La psicoterapia a distancia más consolidada (Revista Mente y Cerebro nº 51)
Diversos estudios han comprobado la potencia de la psicoterapia ejercida mediante medios remotos, como chats, correos electrónicos, videos, videollamadas o comunicación telefónica (ya sea oral o a través de mensajes breves en el móvil). Azy Barak, psicólogo asesor de la Universidad de Haifa, ha recopilado una lista de investigaciones y comentarios sobre esta modalidad de terapia: un total de 983 artículos que se remontan al año 1993, aunque la mayoría de ellos corresponden a los últimos años. En 2008, Barak y sus colaboradores analizaron los resultados de 92 estudios que, en su conjunto, evaluaban a casi 10.000 personas que habían recibido terapia a través de algún medio electrónico. Determinaron que esta forma de tratamiento resultaba igual de eficaz que la variedad presencial.
En 2009, la psicóloga Lisa K. Richardson y sus colaboradores de la Universidad de Murdoch, en Australia, revisaron 148 artículos publicados desde 2003. En su caso señalaron que la metodología de algunas de las investigaciones resultaba deficiente (sobre todo, por carecer de ensayos controlados y aleatorizados). Aun así, el equipo concluyó que el alto grado de satisfacción y aceptación de la atención remota a la salud mental había quedado demostrado de forma consistente entre los pacientes, una variedad de poblaciones clínicas y una amplia gama de servicios. En otro artículo de revisión, también datado en 2009, psicólogos de las universidades de Indiana Meridional y de Manchester llegaron a la conclusión de que los psicoterapeutas a distancia y sus clientes pueden establecer alianzas terapéuticas formales y significativas. Advirtieron, además, de que numerosos profesionales dedicados al tratamiento tradicional ("cara a cara") subestiman la calidez y profundidad de los vínculos que se establecen en la terapia a distancia.
Un año después, en 2010, Kristin Heron y Joshua Smyth, psicólogos ambos en la Universidad de Syracuse, apreciaron que las intervenciones de terapia "momentaneas" mediante teléfono móvil ayudan a tratar y gestionar los trastornos alimentarios, el abuso del alcohol, el tabaquismo, la ansiedad, además de otros problemas: los mensajes breves resultan fáciles y baratos de enviar, por lo que constituyen unos refuerzos ideales para el tratamiento tradicional (imagínese el lector que, de forma periódica, recibiera tuits enviados por su terapeuta a las pocas horas, e incluso minutos, de perder los nervios o de sentirse en la necesidad de recurrir a un cigarrillo.).
Ante este panorama favorable, diversas asociaciones profesionales, entre ellas la Asociación Americana de Orientación Psicológica y la Asociación Nacional de Trabajadores Sociales estadounidense, conceden el visto bueno a este tipo de tratamiento. Incluso disponen de directrices oficiales en torno a la psicoterapia a distancia para sus asociados. Por su parte, la Asociación Americana de Psicología ha otorgado al tratamiento en línea su aprobación tácita: no hace distingos con respecto a la terapia electrónica en la introducción de su código de ética profesional, al contrario, la incluye entre las diversas modalidades de tratamiento psicológico. En palabras de Gerald P. Koocher, psicólogo clínico del Colegio Simmons, "lo que importa es la competencia en el ejercicio profesional, no la forma en que se propone la terapia".
Aun así, la psicoterapia a distancia presenta algunos problemas peculiares. Según sostiene la Asociación Americana de Psiquiatría al reiterar su posición a favor de dicha modalidad de tratamiento en 2005 y 2009, y a pesar de carecer todavía de datos empíricos, la terapia a distancia presenta mayores probabilidades de eficacia si los contactos iniciales se realizan de forma presencial. El testimonio de una de las pacientes con las que he hablado me confirma tal afirmación. Annie (nombre ficticio) de 45 años y residente en Boston, quería seguir el tratamiento de su trastorno alimentario con su terapeuta habitual, pese a que este iba a mudarse a Florida. Al final, la terapia pudo continuar su curso sin tropiezo alguno gracias al teléfono.
El quid del problema, sugiere Koocher, estriba en saber qué es lo más adecuado para cada persona. Así, algunos pacientes se tomarían más en serio al terapeuta si observasen en él signos de autoridad (chaqueta y corbata, pongamos por caso), o si la consulta sucede en un gabinete de aspecto clásico (con diplomas enmarcados en la pared, por ejemplo).
"Para el paciente que necesita hallarse en una sala de consulta, a solas con un terapeuta, es probable que el tratamiento a distancia no le resulte el adecuado, por muy buena que sea su conexión a Skype", añade Koocher.
Otro motivo de preocupación en este tipo de psicoterapia es la posibilidad de fraude. Koocher evoca una viñeta cómica en la que un perro habla con otro mientras escribe en un teclado. "En Internet nadie sabe que eres un perro", le dice. Organizaciones como la Sociedad Internacional en Línea para la Salud Mental o el recién constituido Instituto de Terapia en Línea, facilitan al público formas de verificar si los terapeutas que se anuncian en línea están autorizados y cualificados para ejercer. Sin embargo, el ciberespacio es vasto y, en gran medida, carece de regulación, por lo que presenta una amplia cabida para los charlatanes. En una encuesta llevada a cabo en 136 sedes que ofrecen consejo psicológico por la Red se observó escaso cumplimiento de las normas establecidas en fecha reciente por la Junta Nacional de Asesores Certificados (NBCC, por sus siglas en inglés), organización estadounidense para la certificación de profesionales en servicios sociales.
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Maria (viernes, 19 junio 2020 16:02)
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Wanjun (miércoles, 24 junio 2020 10:18)
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Centro de Psicología Jesús Rodríguez Goñi (viernes, 10 julio 2020 20:09)
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